Nací en el 86, así que pertenezco a esa generación que puede afirmar con orgullo que no lo ha tenido todo, pero ha tenido la suerte de que tampoco le ha faltado ni la comida ni la educación. Puedo alegrarme de no haber tenido unos padres sobreprotectores, más al contrario, recuerdo ir al campo con ellos desde que era un moco, en todos los sitios donde hemos vivido. Mi padre se encargaba de llevarnos bien aseguradas con cinturón en el coche y bien aseguradas con el arnés para rapelar.

Estudié en una escuela pública almeriense que más tarde se transformó en un instituto de salvajes. Aunque siempre me incliné hacia las artes, mis padres insistieron en que hiciera el bachillerato de ciencias «por si me arrepentía». Y se lo agradezco enormemente, pues aunque hubiera preferido estudiar lo que me gustaba desde el principio, gracias a él hoy sé por qué puedo o no puedo hacer ciertas cosas con los materiales, nunca he tenido problemas a la hora de usar las perspectivas ni de entender los vectores en la animación, y la prohibición de usar pinturas acrílicas sobre grasas no me parece cosa de brujería.

No sé si estudiar Bellas Artes en Granada fue una buena idea. Demasiado tradicional para mí, demasiado pronto para lo verde que estaba. Estoy segura de que ahora le sacaría mucho más partido a la carrera, lo que debe de significar que en su momento sí que aprendí algo.

Entré pintando al estilo de los flamencos y a la fuerza salí modelando como los expresionistas. ¡Escultura! Yo que quería hacer dibujos animados. Cuando me di cuenta de que lo que más me gusta es crear con las manos me matriculé en el ciclo superior de Artes aplicadas de la escultura, en la Escuela de artes de Almería.

Me encanta la combinación de las artes tradicionales con el mundo actual. Por eso decidí liarme la manta a la cabeza y venirme a Madrid en ese Talgo superguapo y rápido que tenemos (que por cierto no es del mundo actual) y especializarme en escultura digital.

Y aquí estoy, modelando figuras para impresión 3D. Y lo que se tercie.

Cuando no estoy modelando estoy fabricando las máscaras venecianas más chulas del mundo mundial, paseando por los parques de Madrid (¡hay verde!), jugando a la play o buscando recetas para cacharrear el fin de semana, siempre bajo la atenta supervisión de mis dos gatas.